8M, un saludo desde Huasco a las mujeres y su esperanza

No asistiré a la marcha, no porque no la comparta, sino porque considero que es un momento de ellas. Ha llegado el momento de que las mujeres, desde sus múltiples voces y corrientes del feminismo, comiencen a trazar una nueva hoja de ruta, una hoja de ruta para todos, con una sensibilidad diferente a la que el mundo occidental ha venido perpetuando y que tantos males sociales, inequidad y destrucción de nuestro medio ambiente, nos ha significado el liderazgo de una visión de los hombres en nombre del progreso, agravada desde la revolución industrial que ha terminado por generar grandes distancias entre hombres y mujeres, y entre ricos y pobres, entre los dueños del capital y el asalariado.

Soy padre de tres hijas, educadas en la independencia y en los valores de la libertad para que sean arquitectas de sus sueños y de la construcción un mundo mejor que el que hemos construido desde el liderazgo competitivo, extractivo, opresivo y hasta abusivo, que ha significado el neoliberalismo como perpetuador de las diferencias de clases, de la desigualdad y que ha permitido que unos pocos acaparen tiempo y recursos que debieran ser patrimonio de la humanidad.

No quiero este mundo, tal y como está, para mis hijas. Esta visión del mundo, que ha colocado en su eje al modelo del hombre guerrero, que rinde culto al ganador, de un exitismo esquizoide, del ganar a cualquier costo, le hará pagar a las futuras generaciones, un costo demasiado alto. Aún estamos a tiempo para evitarlo y quienes se encuentran en el centro del debate y que pueden movilizar a la ciudadanía y a la humanidad, son ustedes, las creadoras de vida, las que movilizan y que poseen una perspectiva interior más luminosa y distinta al modo de vida de consumo con que hemos tratado de satisfacernos vanamente. Es tiempo de volver a la mujer como nuestro eje protector, creador y fuente de sabiduría despreciada por la visión judeo cristiana que nos ha impuesto un sistema patriarcal que abusa de los más débiles, sean hombres o mujeres, porque este sistema nos abusa por igual e invita a creer que la agresión machista ha sido un privilegio antes que un dolor del alma.

Este sistema nos ha arrebatado casi todo, desde nuestros sistemas de creencias más puros de nuestros antepasados, hasta el respeto por nuestro planeta. Así fue que pasamos de adorar a dioses relacionados con la naturaleza y que nos hacían uno con la madre tierra, a creernos los dueños absolutos de la tierra y los animales; donde una visión occidentalizada, de mentalidad desarrollista y extractiva, monoteísta y patriarcal, arrasó con toda nuestra rica cultura ancestral. Y henos aquí, una vez más, pasando de canjear, de buena fe, espejos por oro, a recibir a grandes empresas, también de buena fe, que lo arrasan todo con el visto bueno de “Papá Fisco”, y en desprecio de sus propios ciudadanos, de aquellos más vulnerables.

Desde hace tiempo que las pensadoras feministas vienen apuntando hacia la existencia de una conexión entre la guerra dual del patriarcado contra los cuerpos de las mujeres y contra el cuerpo de la Tierra, por un lado, y esa otra separación esencial y corrosiva entre el cuerpo y la mente —y entre el cuerpo y la Tierra— de la que surgieron tanto la Revolución Científica como la Revolución Industrial, abandonando el respeto de los pueblos originarios y su conexión especial con la Tierra, es lo que nos ha ocasionado graves daños para nuestra subsistencia global.

Ese desprecio hacia la magia creadora de la mujer y nuestra Madre Tierra, es la maldición que hoy convierte a los hombres y mujeres más vulnerables de nuestra sociedad, en verdaderos acreedores ambientales con un título incobrable. Y en este juego, el Estado de Chile tiene una grave responsabilidad, no solo por aprobar proyectos a cualquier costo, o por tener una legislación ambiental carnívora, sino también por su lerda reacción en la persecución del daño, y en la reparación de los territorios.

Si se tratara de volver a rescatar a la banca y al sistema financiero, como ocurrió durante la dictadura donde el Fisco sacrificó, si hubiese aplicado las tasas del mercado, más de 43 mil millones de dólares, en lo que se conoce como el principio leonino de “Socializar las pérdidas y privatizar las ganancias”, sin duda que nadie cuestionaría el exceso de gasto público, pero si habláramos de una inversión pública similar en la reparación de los territorios afectados, a sus gentes, en rehabilitar las tristemente celebres “zonas de sacrificio”, si el Estado dispusiera subsidios para actividades económicas sustentables y grandes obras de inversión fiscal para la preparación frente a los cambios climáticos que afectarán con mayor fuerza a localidades como Alto del Carmen o las zonas de riesgo de aluviones con alto contenido de relaves mineros, como ocurre con Copiapó, desde “el Centro”, sabemos, siempre van a preferir mirar hacia un lado, plantar un arbolito y seguir con agendas de descarbonización con largas miras al 2050.

Este 8M es una nueva oportunidad para escuchar la voz revitalizadora de las mujeres, fomentar el respeto hacia una cultura asentada en valores femeninos, de creación antes que de destrucción y alertar también a no pretender que la igualdad se producirá ocupando los mismos espacios engañosos del sistema neoliberal, e incurriendo en los mismos yerros que el hombre ha caído una y otra vez.

Es tiempo de correcciones, esta igualdad no debe simplificarse con leyes de cuotas, salarios o estatutos protectores que refuerzan la noción de víctimas antes que de iguales. Es tiempo de un rediseño vital mucho más profundo, que saque al hombre de las cavernas y de la angustia de estar en continua lucha y conquista, competencia y ansiedad. Es tiempo de escuchar y dejarse guiar por la sabiduría de un movimiento que puede rescatarnos a todos de este colapso social, de esta falta de tiempo para amar y compartir, y ser uno con la tierra.

En este 8M, desde Huasco, un saludo lleno de respeto por las que llevan el peso de esta enorme responsabilidad.