Arqueóloga Paola González: “Diaguitas, un pueblo que amaba la belleza”
Gabriel Canihuante, periodista, académico UCEN Región de Coquimbo
La Directora del equipo que investiga en el sitio de El Olivar de La Serena, mostró algunos avances del estudio específico que se inició hace un año, con financiamiento del Ministerio de Obras Públicas.
Como invitada especial para la inauguración del año académico de la Universidad Central Región de Coquimbo, Paola González, también abogada, dictó la clase magistral titulada: “Arqueología e identidad de El Olivar. Al rescate de una cultura sustentable”. Avances en la investigación del sitio patrimonial”.
La actividad estuvo cargada de emoción, tanto de la expositora como de quienes asistieron. La especialista mostró decenas de imágenes de los vestigios encontrados en el sitio, descubierto en 2014 cuando se construía la ampliación de la Ruta 5 norte que une La Serena a Vallenar.
“Un gran avance que nos otorga El Olivar es hacer visibles las relaciones entre objetos, personas y animales. Nos da cabida para acceder a dimensiones más finas, inasibles, como la ideología, el simbolismo”, sostuvo al inicio, haciendo hincapié que durante décadas la arqueología regional, en particular lo diaguita, carecía de contexto. Se hallaban objetos, como las hermosas vasijas, de las cuales la más admirada es el jarro pato, pero no se sabía nada del entorno físico y temporal en que fueron encontradas esas piezas, explicó González, quien inició sus estudios sobre culturas prehispánicas hace 25 años.
De acuerdo a los estudios específicos de arqueobotánica y arqueofaunística, entre otros, se ha podido determinar – en función de los objetos y esqueletos de animales y humanos – que la ocupación del sitio por los diaguitas data -por fechado de carbono- del 1.000 al 1.500 d.C. En El Olivar a pocos metros se ubicaban lugares habitacionales, conchales, basurales y cementerios. Es decir, para ellos la cercanía entre vivos y muertos se daba en una “imbricación especial”.
“El Olivar nos abre una ventana gigantesca para comprender la cosmovisión, el origen y vinculaciones genéticas, relaciones de género, infancia, calidad de vida, la dieta, entre otros aspectos de relevancia”, resume la arqueóloga.
Los estudios de arqueobotánica muestran que los diaguitas tuvieron prácticas agrícolas concretas, con plantación en lugares específicos de especies compatibles que se podían potenciar entre ellas. Son prácticas que podrían ser recuperadas en el presente para el cultivo de alimentos, de plantas medicinales, forraje, materias primas e incluso psicoactivas. En cuanto al consumo de alucinógenos, se trata de tradiciones de artes chamánicas sudamericanas, que en el caso de los diaguitas llaman la atención por su uso bastante extendido y no solo de un grupo seleccionado de personas.
Tres tamaños de camélidos han sido encontrados en los entierros diaguitas de El Olivar. Pueden ser animales criados para aprovechar su carne o su lana, pero lo que está claro es que -al igual que dos tipos de cánidos también hallados en la zona-, se alimentaban de los mismos productos que los humanos.
Todo indica que este pueblo que manejaba la cerámica polícroma, una geometría ancestral, que inhalaba alucinógenos, practicaba la agricultura, la crianza de animales y eran pastores de llamas, no surgió en estas tierras, sino que provino de otros territorios.
Las llamas situadas en los entierros, junto a los humanos, estaban domesticadas antes de llegar a esta región. 27 artefactos metálicos encontrados muestran a los diaguitas como “grandes metalurgistas: hachas, pinzas, aros, cintas de oro y otros elementos”. Y esto al inicio de la ocupación (1.100 d.C.). Algunos de estos elementos contienen estaño, metal inexistente en Chile pero que sí es extraído en el altiplano boliviano y en el noroeste argentino.
Los hallazgos de El Olivar y los estudios de diversas especialidades -en un trabajo en equipo que siempre Paola González se preocupa de destacar- muestran “contenidos nuevos que nos van a explicar el origen de los diaguitas… cada vez estamos perfilando mejor quiénes son y de dónde vinieron”.
En las vasijas halladas en los entierros descubrieron que se habían depositado sapos completos, lo que revelaría un rito propiciatorio de lluvias. Así también roedores, aves, pescados y camélidos. “Estamos recuperando el nivel del rito”, afirma categórica y emocionada la investigadora, convencida de que en los 18 meses que quedan de investigación podrán hallar aún más respuestas a sus antiguas y nuevas preguntas.
La planificada posición de los diversos objetos (herramientas, utensilios para el consumo de alucinógenos, de trabajo, vasijas de distintas formas) y de los cuerpos de animales y personas, muestran “una suerte de coreografía en que nada queda al azar, mediando con la belleza en el ámbito de la muerte”. En los esqueletos se ha podido comprobar que los diaguitas tenían un “estilo de vida de esfuerzo físico cotidiano, con trabajos en la agricultura, la caza y la pesca”, pero al mismo tiempo, en diversas piezas (puntas de flecha, vasijas polícromas y otros objetos) se evidencia una “búsqueda incansable de la belleza, una obsesión por rodearse de belleza como manera de ser diaguita en el mundo”.
González cita al antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro quien habla de una “generosidad ontológica de los pueblos amerindios”, que le daban alma a todo -al rayo, al río, al cerro, a los animales- en contraste con los españoles que tanto se cuestionaron si los indígenas americanos tenían alma o no. Al disponer los cuerpos de los animales, así como los diversos objetos, junto a los humanos en sus entierros, lo que expresaban los diaguitas era este animismo, este compartir de forma integral un espacio en el que se borraban las fronteras entre la naturaleza y la cultura.
Para concluir su clase magistral la especialista llamó la atención con la actualidad de los diaguitas, reconocidos oficialmente como pueblo originario en 2006. Todavía en esta región (Coquimbo) hay “muchas zonas de un continuo histórico que une evidencia arqueológica, evidencia etnohistórica y población humana que se mantiene en los territorios con esta forma de vida tradicional”. La trashumancia, la agricultura tradicional, la fabricación de cerámica y el trabajo de telares de palo enterrado, son algunas de esas expresiones. “Es urgente que tomemos consciencia de que estas raíces no son algo del pasado, están presentes y afortunadamente tenemos tiempo de recuperar en el presente vivo”.