Adolescentes: las huellas de la pandemia en su salud mental
- Cuadros de ansiedad, tristeza, rabia, frustración, irritabilidad, problemas para dormir y trastornos alimentarios son cada vez más frecuentes. Y, ¿cómo no?, si todo un período de su vida fue drásticamente alterado.
Según un reciente estudio realizado por UNICEF la crisis producida por el COVID-19 ha tenido un alto impacto en adolescentes. El aislamiento y las largas cuarentenas ocasionaron estrés psicosocial y exacerbaron los síntomas de trastornos psicológicos.
“Biológicamente hablando, los jóvenes son más vulnerables y están más expuestos al estrés, lo que los hace presentar más síntomas de ansiedad y depresión que otros grupos. La consolidación de la identidad es uno de los procesos claves en esta etapa y es aún más difícil durante un confinamiento prolongado, pues no logra permitir una adecuada búsqueda de uno mismo en relación con otros, no permite generar la distancia real necesaria -tanto física como emocional- de los padres y otros adultos y, a la vez, impide el acercamiento reasegurador con los pares”, explica el doctor Alejandro Maturana, jefe de Psiquiatría Infantil CLC.
Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, los universitarios de primer año no conocieron a sus compañeros de clase hasta cursar segundo año y los que estaban en cuarto medio no disfrutaron su último año en el colegio, ni vivieron los ritos necesarios en el proceso de duelo adaptativo como tránsito a la educación superior.
“Los jóvenes se encuentran en una etapa de máxima plasticidad cerebral, lo que significa que aprenden mucho más y absorben en mayor medida los estímulos del medio ambiente. Están en un proceso de independencia y construcción de pilares, de descubrir quiénes son y adónde quieren ir”, agrega el especialista.
Estar alertas
Observar y prevenir son las primeras y más importantes herramientas de ayuda. En segundo lugar, contener, proteger, empatizar con sus sentimientos y lograr comunicarse de la manera lo más clara posible. “Muchas veces los padres no logran ver la realidad y tienden a pensar que el mal humor, el silencio, la irritabilidad o el encierro en las piezas, son comportamientos propios de la edad, como parte del proceso adolescente. Sin embargo, en muchas oportunidades son síntomas que forman parte de los “indicadores claves” o
“llamados de atención”, fundamentales en la prevención de una situación de riesgo”, explica el doctor Maturana.
¿Cuándo consultar?
Los padres y cuidadores deben estar siempre pendientes de cómo está su hijo o hija en el colegio y en casa, poniendo especial cuidado en ciertos cambios de conducta.
Señales de alerta de una depresión:
– Alteraciones del ciclo de sueño: se presenta como insomnio o hipersomnia.
– Alteraciones del apetito: puede ser disminuido o aumentado.
– Desánimo, falta de placer y motivación.
– Dificultar para tomar decisiones.
– Dificultad para concentrarse.
– Muy sensible a las emociones: tristeza, culpabilidad, rabia.
– Pérdida de interés en las actividades que normalmente le gusta realizar.
– Bajo rendimiento escolar.
– Pensamientos suicidas.
– Abuso del cigarro, alcohol y drogas.
Es importante buscar momentos para compartir y conversar, los que son fundamentales para que los jóvenes se sientan en confianza, contenidos y se atrevan a hablar de lo que está sucediendo.