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El próximo domingo viviremos la jornada electoral más importante de la época. Entre dos propuestas presidenciales, la ciudadanía – con su participación o su auto exclusión – decidirá el destino de nuestro país.  El domingo por la noche, gracias a la solidez del sistema electoral chileno, sabremos quién será el nuevo Presidente de la República de Chile. Es una definición simple para quienes conocen sobre la naturaleza de las propuestas y las consecuencias que tendría adoptarlas.

Chile es un país de conquistas, y se ha construido con el esfuerzo de todos. En Atacama sabemos del compromiso de nuestras generaciones anteriores con la defensa de la soberanía, nuestra identidad nacional y la integridad de nuestro territorio, y también del aporte realizado al notable progreso del país de los últimos 40 años. El respeto por el trabajo de quienes contribuyeron a lograr ese progreso es un valor que debe permanecer inalterable en las generaciones actuales y futuras de la política, porque fortalece el sentido de unidad nacional que perseguimos los chilenos.

Por eso los invito a cuidar a Chile. Lo hecho por muchos años y por diversas sensibilidades políticas nos convirtió en un país libre, en vías de desarrollo y en una potencia de latinoamérica que avanzó significativamente en la disminución de la pobreza y en el aumento del nivel de desarrollo humano. Ninguna candidatura tiene derecho a refundar o destruir lo conquistado por Chile. La hegemonía de un sector político que actúa como si fuera dueño del país, sin considerar a quienes piensan diferente, destruye el espíritu de unidad que los chilenos desean en la actividad política. La Convención Constitucional ya evidenció la falta de sensibilidad con esa necesaria unidad nacional en virtud del resultado electoral.

El futuro está por escribirse, y el camino que se inicia el 2022 lo deciden los chilenos. El Presidente elegido será quien asuma los desafíos de esta época, ojalá con pleno respeto a nuestra historia y sus conquistas; comprometido con la defensa de la libertad y la propiedad privada, con la paz y la seguridad, y con un Estado al servicio de las personas (y no lo contrario), cuya misión impulse el crecimiento del país para lograr una mayor igualdad de oportunidades.